UNA AURORA A LA VEZ

Nuestra energía femenina es la de la Tierra: nutricia y protectora, de sostén y abundancia, generosa e intuitiva. He venido a aprenderlo al mudarme al campo, pero también con la cercanía de mujeres que están muy en contacto con su poder y esencia, esa que las conecta directamente con su condición de naturaleza, la que saben que las hace una misma con nuestra Madre primera. 

En los últimos años, la vida me ha dado la oportunidad de conocer la fuerza interna creadora de galaxias completas a través de amigas que se han vuelto hermanas y maestras de resiliencia. Siempre he escuchado que hombres y mujeres somos distintos y que cada uno tiene su propia energía, pero nunca hasta ahora había hecho conciencia del enorme peso de esta idea gracias al espejo de madres que me han dejado claro con sus vidas que no hay absolutamente nada con el poder de dejarnos en el suelo. 

Tengo cerca a mujeres guerreras que se levantan todos los días con la aurora para gritar con sus manos y susurrar una canción de cuna para dormir a los niños un ratito más. Magas que multiplican los peces y convierten el agua en vino. Brujas que sanan tan sólo con las buenas intenciones. Mujeres que se levantan de dolorosas pérdidas y se limpian unas a otras las lágrimas porque hay un hijo que las espera. Mujeres que solas o acompañadas trabajan para edificar los sueños que sembraron un día en su infancia. Madres que limpian las rodillas raspadas de chiquillos ajenos que sienten como propios. Mujeres que besan, construyen, abrazan, consuelan y amamantan a una humanidad cada día más necesitada de volver a los inicios.  

Quizá sea esa buena estrella que se nos ha concedido de ser íntimas de las palabras, de tomarlas con las manos y amasarlas antes de soltarlas en el círculo con otras mujeres que como nosotras también está buscando (¿o inventando?) respuestas. Quizá sea esa rienda suelta para defender lo que sentimos y esa terquedad para nombrarlo todo y no perdernos así de la memoria. Lo cierto es que en nuestras manos está el poder de escribir la historia y la máxima fuerza para caminar descalzas, con los pies desnudos sobre esta Tierra que nos ha gestado a su imagen y semejanza.  

Estamos hechas para levantarnos, una aurora a la vez. 

 

“Y aún así me levanto” / Maya Angelou

Tú puedes escribirme en la historia

con tus amargas, torcidas mentiras, 

puedes aventarme al fango

y aún así, como el polvo… me levanto. 

 

¿Mi descaro te molesta? 

¿Por qué estás ahí quieto, 

apesadumbrado? 

Porque camino 

como si fuera dueña de pozos petroleros 

bombeando en la sala de mi casa… 

 

Como lunas y como soles, 

con la certeza de las mareas, 

como las esperanzas brincando alto, 

así… yo me levanto. 

 

¿Me quieres ver destrozada? 

cabeza agachada y ojos bajos, 

hombros caídos como lágrimas, 

debilitados por mi llanto desconsolado. 

 

¿Mi arrogancia te ofende? 

No lo tomes tan a pecho, 

Porque yo río como si tuviera minas de oro 

excavándose en el mismo patio de mi casa. 

 

Puedes dispararme con tus palabras, 

puedes herirme con tus ojos, 

puedes matarme con tu odio, 

y aún así, como el aire, me levanto. 

 

¿Mi sensualidad te molesta?

¿Surge como una sorpresa 

que yo baile como si tuviera diamantes 

ahí, donde se encuentran mis muslos? 

 

De las barracas de vergüenza de la historia 

yo me levanto

desde el pasado enraizado en dolor 

yo me levanto 

soy un negro océano, amplio e inquieto, 

manando 

me extiendo, sobre la marea, 

dejando atrás noches de temor, de terror, 

me levanto, 

brindando los regalos legados por mis 

ancestros. 

Yo soy el sueño y la esperanza del 

esclavo. 

Me levanto. 

Me levanto. 

Me levanto. 

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