VOLVIÉNDOME MINIMALISTA

Últimamente menciono mucho el minimalismo en mis redes sociales, incluso David y yo grabamos un episodio al respecto en nuestro podcast Buen Beat, pero no les había contado por aquí lo que este movimiento está generando en mi vida. Creo que gracias a las múltiples mudanzas que he tenido en mi vida siempre fui una minimalista de clóset, no tanto por el temor a mostrarme como tal, sino porque ni siquiera sabía que existía tal término. Todo comenzó hace exactamente un año, cuando nos mudamos a un departamento pequeño en medio del campo y me vi orillada a traer conmigo sólo lo indispensable… aunque aún sigo haciendo limpias profundas en muebles y cajones que de pronto se vuelven a llenar de cosas que no usamos. 

Cuando nos mudamos al departamento empecé a buscar en Pinterest ideas para decorar espacios pequeños y de pronto descubrí algunos bloggers que promovían un estilo de vida minimalista, que no se trata simplemente de tener menos cosas, sino de vivir una vida con más intención y más significado al deshacerte de cosas, relaciones, trabajos o actividades que no aportan ningún valor a tu vida. Me topé con blogs como The Minimalists, Becoming Minimalist y Reading my Tea Leaves y me enamoré de lo que proponían. El tema resonó muchísimo conmigo y poco a poco, gracias a la mudanza, me fui deshaciendo de cosas para dejar en casa solamente lo que tuviera valor para nosotros, ya sea porque le damos un uso constante o porque nos trae alegría de alguna forma. 

La mayor ventaja que le he visto al minimalismo es que, al soltar todo aquello que no aporta nada en tu vida, tienes la oportunidad de enfocarte en lo que sí te importa y eso se traduce en más placer, más paz y más armonía. Mi mayor aprendizaje en este viaje es que es necesario decir muchos “no” para poder decirle “si” a todo aquello que amas. Las cosas materiales a veces pueden estorbar para vivir con más intención y significado en el sentido de que demandan de nosotros muchísima atención para ordenarlas, limpiarlas, asegurarlas, repararlas, guardarlas o simplemente para verlas cuando están apiladas o revueltas en un cajón. Los seres humanos estamos diseñados para sentirnos más tranquilos con el orden que con el caos, al que algunos somos más sensibles y nos genera cierta ansiedad. Acuérdate de la última vez que estuviste en un museo, en donde todo está pulcro y perfectamente curado. Tener pocas cosas, pocos compromisos y pocas actividades, te brinda la posibilidad de todo ese tiempo extra que a veces estamos buscando desesperadamente para hacer lo que sí deseamos de corazón.  

Es necesario decir muchos “no” para poder decirle “sí” a todo aquello que amas.

En mi caso, yo relaciono mucho el minimalismo con el cuidado del planeta. Donar a alguien todo aquello que tienes guardado y jamás usas me parece un acto de respeto hacia el objeto que puede alargar su vida en beneficio de alguien más, un acto de generosidad para la persona que está en necesidad y un acto de cuidado al lugar en el que vivimos que está dando patadas de ahogado de tanta explotación para generar los millones de productos que satisfacen la demanda de toda la humanidad. Pero además de donar, el minimalismo te invita a comprar con conciencia, porque no está en contra del consumo, pero sí del consumismo exagerado al que nos arrastra la publicidad en esta época envuelta en la cultura del “úsese y tírese”. 

El consumo ético te invita a meditar bien cada una de tus compras y adquirir aquello que de verdad le dará un valor a tu vida y que usarás a largo plazo. Hay muchas compras compulsivas de objetos que terminan colgados, guardados, caducados o arrinconados sin usarse jamás y que llegaron a nuestras manos porque estaban en oferta, porque no planeamos bien nuestro consumo o incluso porque no nos acordábamos que ya teníamos un pantalón negro o un par de zapatos rojos cuando se nos antojó comprarlos. ¿Y qué es lo que dará valor a mi vida? Eso dependerá de cada quien, de sus gustos, de sus valores, creencias y costumbres, lo importante es alinear nuestras acciones con todo ello que es lo que nos conforma.   

El minimalismo no se trata, entonces, de privación, ascetismo o casas completamente vacías, sino de consumir y vivir con más consciencia, buscando el bien propio pero también el bien común. Procurarnos una vida con un mayor sentido, más acorde con nuestros deseos y nuestros valores, puede ser lo que nos hace falta para sentirnos mucho más en paz.