VIAJAR PARA CREAR

Cuando sientas un bloqueo creativo, viaja. Puede que tu viaje sea a otro continente o a ese museo en tu ciudad que hace años no visitas. El destino no importa, siempre y cuando sea uno que te saque de la rutina diaria y te invite a sorprenderte otra vez. 

Viajar es darle un descanso al cerebro lógico que se encarga de nuestras responsabilidades y de recordarnos que el mundo está encajonado en un cuadrado del que es riesgoso querer escapar. La rigidez del “deber ser” es la que muchas veces nos impide creer que es posible andar, aunque sea un poco cada día, hacia ese sueño que nos coquetea desde el otro cerebro: el juguetón, el curioso, el creativo. 

Cómprate un boleto de avión o llena tu tanque de gasolina para ir a otro sitio donde el paisaje es distinto, la gente piensa de otra manera (o quizá habla otro idioma), las costumbres te parece ajenas, la comida tiene otro sabor y la vida se desenvuelve a otro ritmo que no tiene nada que ver con el tuyo. O viaja hacia una conversación con alguien que tiene puntos de vista lejanos de los tuyos, hacia el cine a ver esa película que crees que no va a gustarte para nada o al campamento que están organizando en la escuela de tus hijos.

El chiste es sacudirnos por un instante la idea de este mundo pequeño en el que nos hemos instalado desde la infancia, con nuestras propias creencias pero también con nuestros propios temores. Quién sabe, quizá en el viaje nos demos cuenta de que en realidad no eran tan nuestros sino de alguien más y podamos liberarnos de ellos. Eso podría ser un buen primer paso para desbloquear nuestra energía creativa.  

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