Volverse una minimalista es una cosa… pero “convertir” a los hijos es otra muy distinta. Y en honor a la verdad no es mi intención convertir a Emma (ni a nadie) porque pues cada quien su vida ¿verdad?, pero sí estoy trabajando en hacerle ver que la felicidad no está en las cosas y que todo eso que tenemos guardado sólo está causando desorden cuando, si está aún en buen estado, bien podría servirle a alguien más. En cuanto a Matías, aún es muy pequeño y no le da demasiada importancia a los juguetes, que es de lo que suelen estar hasta el tope las habitaciones de los hijos.

En el departamento donde vivimos sólo hay dos recámaras, así que los niños comparten una para guardar sus cosas. Y digo que para guardar sus cosas porque a la hora de dormir la verdad es que duermen donde más se les antoja: en su cama, con nosotros o en el caso de Emma, a veces hasta en la sala. Desde que Emma nació nunca fuimos de comprarle muchos juguetes. Como ella es de junio, están muy bien distribuidas sus ocasiones en las que le llueven regalos: Navidad y su cumpleaños, y ocasionalmente nosotros le compramos alguna que otra cosa a lo largo del año.

Juguetes nunca ha habido demasiados y yo siempre he donado los que veo que ya no le llaman la atención después de un tiempo, proceso en el que ella empezó a involucrarse desde que tuvo la edad para hacerlo. Es cierto que al principio no era fácil que se deshiciera de sus juguetes, a pesar de que ya no los usaba, porque mi pequeña sí tiene alma acumuladora la verdad. Cuando ella se negaba mi primera reacción era tratar de convencerla pero después me di cuenta que eso no servía de nada, y muchísimo menos donar las cosas a sus espaldas. Simplemente esperaba unos días o semanas y después volvía a preguntarle y le hacía ver que realmente ya no jugaba con eso. En su escuela han visitado casas hogares y llevado ropa y juguetes a los niños, así que eso también la hizo sensibilizarse y ahora es mucho más fácil que se desprenda de las cosas que no utiliza y que aún están en buen estado como para donar.

Antes no era muy estricta con ella en cuanto al orden pero ahora que tiene nueve años ella sabe que su habitación debe permanecer ordenada si quiere ver tele o salir con amigas. Entonces, con las limpias constantes que hacemos y ahora que vivimos en un departamento pequeño en donde no podemos tener muchas cosas, se ha dado cuenta de que acumular no ayuda en nada a mantener el orden y yo incluso noto que ella disfruta tener limpia y acomodada su recámara.

El reto ahora es Matías porque desacomoda todo y como comparten el espacio la hermana mayor se frustra. En fin, es un estira y afloja bien divertido. Mi tarea es educar al pequeño pero, como siempre pasa con el segundo hijo, ya con un poco de experiencia el camino se recorre mucho más fácil. A él le hemos comprado unos tres juguetes en su vida y todo lo que tiene es porque se lo han regalado. Con esta filosofía de comprar más a conciencia me he dado cuenta que de verdad los niños no necesitan tantas cosas y mucho menos los más pequeños. Todas las madres me entenderán cuando digo que Matías disfruta más jugar con los trastes de plástico y las ollas que con los juguetes de su habitación.

Con todo lo anterior no quiero decir que el cuarto de mis hijos está siempre impecable porque la verdad es que no es así. Como todas las recámaras de niños, a veces está desordenada, pero teniendo pocas cosas (ropa, juguetes, libros, etc.) es más sencillo ordenarla y estoy feliz de que Emma, después de algunos años de mucha paciencia, por fin lo haya comprendido. Los niños aprenden más por imitación que a través de mil discursos; entonces, si queremos que sean ordenados hay que empezar nosotros mismos y seguramente ellos lo notarán.

Si quieres saber más de minimalismo con niños, te recomiendo este artículo buenísimo de uno de mis blogs favoritos: Becoming Minimalist.

Éste es el tercer post de una serie de cinco. Puedes visitar el tour por mi cocina aquí y el de nuestra recámara aquí.

Este cuadro lo pinté para Emma cuando estaba embarazada de ella, en el estudio de mi querida amiga y artista Ale Cantú, en Monterrey. Lo decoré con muchas piedras de colores que se han ido cayendo con el tiempo. Tengo que darme el tiempo de restaurarlo =)

En el espacio abierto de la litera, al alcance de Matías, están los juguetes con los que más le gusta jugar, para que los tome en el momento que quiera:

En el clóset está la ropa de Emma, los juegos de mesa y algunos juguetes de los dos con los que no interactúan mucho y que no hay problema que estén guardados. Los bloques de madera sí los sacamos muy seguido porque son los favoritos de Matías (que fueron de Emma cuando era pequeña) pero a ella no le gusta que estén afuera porque su hermano los usa de escalón para alcanzar las cosas de su tocador jajaja.

Éste es su pequeño altar, que a mí por supuesto me dan ganas de descombrar un buen día jajaja, pero ella lo disfruta muchísimo, con todos los juguetes miniatura que son los que atesora, algunas de sus fotos, sus diademas y por su puesto un espejo en el que cada día se pasa más tiempo ;)

El closet de Matías está en la litera que comparten los dos:

Feliz porque lo dejé subirse a la cama de la hermana un ratito mientras tomaba las fotos:

TOUR POR LA RECÁMARA DE LOS NIÑOS