Tomo 2 - Fragmento

por nadia pecina  

Estoy en el aeropuerto. Son las 10 de la mañana de un martes de octubre, se siente un poco de frío y me encanta. Estoy en una ciudad que amo visitar, sin embargo lo único que haré esta vez será esperar en una habitación de hotel. Hoy después de mucho tiempo sin vernos, regresa mi novio a casa.

Ha sido un año muy difícil, por primera vez me enfrenté a la distancia y a tratar de mantener una relación con varios kilómetros de por medio. Más de nueve mil kilómetros nos separaron durante aproximadamente un año entero. Desde el momento en que me dió la noticia supe que sería un gran reto, pero sabía también que lo amaba y que haría todo lo que estuviera en mis manos para apoyarlo y lograr que las cosas funcionaran. 

Fueron doce meses de comunicarnos mayormente por texto, ya que en el pueblito de Alemania donde él se encontraba, el internet no soportaba muy bien una video llamada. Aunque sí hubo algunas pero tampoco fueron las mejores. Además la diferencia horaria era otro factor que llegó a complicar mucho la situación. Pasamos por discusiones y nos cuestionamos mutuamente varias cosas. Sin embargo ahí estábamos, casi trescientos sesenta y cinco días después, con el corazón en la mano, añorando el reencuentro.

Llegué al aeropuerto por la mañana y su vuelo había sido anunciado a llegar por la noche. Así que decidí estar todo el día en la habitación simplemente esperando la hora.

Han pasado ya esos 600 minutos de espera, y cada uno era uno menos para volverlo a ver. Soy la más feliz en nueve mil kilómetros a la redonda. Es la hora. Son las 8 de la noche, tengo hambre pero en este momento eso no me interesa. Es hora de salir de la habitación y dirigirme a la puerta de llegadas internacionales. Estoy muy emocionada, quisiera que alguien grabara el reencuentro, el primer abrazo, como en esos videos virales que me hacen llorar. Pero nadie graba, estoy sola y en angustia. Lo único que podrá calmarme es saber que llega con bien y que me sostenga de nuevo en sus brazos.

Ya estoy aquí, pendiente de la pantalla. Rastreo su vuelo también desde la página de la aerolínea. Llegan otros vuelos y bajan otros pasajeros. Ninguno es él todavía. Aterriza, me escribe y me avisa que está esperando su maleta. Yo estoy detrás de la puerta parada de puntitas para intentar ver un poco más allá cada que se abre con la entrada de alguien que no es él. 

Por fin lo veo, siento cómo mi corazón se quiere salir a abrazarlo también, en ese momento sé que lo amo. Sé que todo valió la pena, sé que todo estará bien. Sé que toda la tristeza se irá, sé que estaremos juntos y que no me va a volver a dejar sola tanto tiempo. Sé que estos meses se dió cuenta de lo mucho que lo amo y que él me ama a mí. Sé que vienen planes para el futuro. En ese momento nos abrazamos y lloro, no puedo evitarlo. En ese momento sé que lo amo.

Platicamos solo un poco, lo que se nos permitió entre el pasillo del aeropuerto al hotel. Hasta que entramos a la habitación donde lo había estado esperado con la mayor ilusión que había sentido en mi vida.

Ha empezado a besarme, lo entiendo, ha pasado tanto tiempo. Yo respondo sus besos pero siento que me hace falta reconectar un poco más. No sé cómo decírselo. No quiero que piense que no lo amo. Yo sé que lo amo. No quiero que piense que estuve con alguien más y que por eso no tengo las mismas ganas que él. Intento besarlo pero mi cuerpo no quiere. Me pasa por la mente la ropa que tengo guardada en la maleta, era especialmente para éste momento pero no me ha dado tiempo de ponérmela. Y ¿para qué? si ya me la habría quitado sin siquiera notarla. Me estoy sintiendo muy desilusionada y no sé qué hacer.

No puedo hacerlo entender que mi cuerpo no reacciona a sus caricias. Sé que estoy diciéndolo pero él no se detiene y yo pienso: ¿no estoy siendo clara? No sé qué hacer, sólo quiero que pare. Se lo he dicho de nuevo, pero parece que no me escucha. No sé qué hacer, sólo quiero que acabe. Y cuando lo hace, espero el momento en que se va al baño y me desahogo en la almohada para que no se de cuenta. Pero claro que se da cuenta y decido decirle que sólo estoy un poco abrumada por su llegada y que es por eso que me ha visto llorando. Me siento rota pero recuerdo que sé que lo amo. Y creo en que él me ama también. 

“Todo estará bien. No pasó nada. Estoy bien”. Eso es lo que me repito. Pero es diferente a lo que siento. Mi cuerpo no ha vuelto a reaccionar a sus caricias. Pero sigo cediendo. Y me sigue doliendo, físicamente, mentalmente, emocionalmente. Ahora no estoy segura si me ame, ahora no estoy segura si lo amo.

Poco a poco las cosas cambian. Estoy siempre enojada y no sé qué hacer. Estoy siempre triste y ni siquiera sé por qué. Todo cambia y ahora prefiero estar sola, decido estar sola, es lo único que puedo hacer.

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Han pasado diez años desde que terminamos. Nos desvanecimos muy poco a poco sin saber dónde habíamos dejado de amarnos. Paso el tiempo en mi cuarto, me distraigo en las redes, veo que inundan las noticias de manifestaciones feministas. Las observo pero no participo en ellas. En cierta ocasión llama mi atención el cartel que lleva una de las chicas, ella sin saberlo me explica lo que ha pasado, y entiendo mi enojo, y abrazo mi tristeza. En su cartel lleva escrito: “los novios también violan”.

* La historia de Nadia Pecina fue seleccionada por sus compañeros del taller de escritura autobiográfica “Cuéntatelo otra vez” para ser publicada en mi blog. Este texto es un fragmento de un libro que Nadia está escribiendo para publicarlo más adelante. Si quieres leer más de ella puedes hacerlo en su Patreon.

El próximo taller de escritura es en noviembre y puedes inscribirte aquí.

“Todo estará bien. No pasó nada. Estoy bien”. Eso es lo que me repito. Pero es diferente a lo que siento.