Todo lo que necesito

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En esta montaña rusa que son los primeros días después de la llegada de un bebé, estos son los momentos que atesoro: cuando te quedas dormido en mi pecho, como si no hubiera otro sitio posible donde te interesara estar. 

Ni el sueño, ni el ritmo, ni el tiempo son los mismos desde que llegaste, y aunque me sorprenda a veces la nostalgia por mi rutina de hace un par de semanas y todos los planes que se quedaron a medias, muy rápido me convenzo de que en este momento tengo todo lo que necesito en tu olor y tu corazón muy pegado al mío.

A duras penas alcanzo en el día a darme un baño, leerle un cuento a Emma, platicar cinco minutos con David o preparar algo sencillísimo para comer... y justo cuando me doy cuenta de que no hago nada trascendente en 24 horas, me acuerdo de que realmente lo estoy haciendo todo.

Que nunca se me olvide que el trabajo y los sueños estarán ahí toda la vida, pero estos primeros días en los que cabes completito sobre mi torso y te reconfortas siempre con mi alimento nunca más van a volver.