POR QUÉ ME GUSTA BLOGGEAR

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Hola, soy Marcela y soy blogger. En noviembre del 2010 nació el blog My Pumpkin y hace apenas unos meses que empecé a presentarme así. Cuando voy a sacar la licencia sigo diciendo que soy ama de casa, pero si alguien me pregunta a qué me dedico, eso es lo que respondo: blogger. Me dedico a escribir, a coser, a diseñar, a colorear, a cocinar, a llevar las riendas de una casa, a educar un par de hijos… pero a veces la gente no tiene tanto tiempo para el detalle. Además, me gusta verme así, como la afortunada poseedora de un diario público que hace las veces de mi área de juegos donde puedo expresar todo lo que amo y me inspira.

Este blog nació por el consejo de David, mi esposo, ante la necesidad de tener una plataforma en la que pudiera mostrar los artículos que creaba cuando empecé a coser, una de mis pasiones que encontré ya en la adultez, pues nunca en mi vida había tocado una máquina antes de aquel 2009 cuando compré mi pequeña Singer. En cambio, escribir era algo que disfrutaba desde chica y que practiqué muchísimo en la licenciatura en letras y en mi trabajo como reportera del Grupo Reforma, pero que tenía un poco dormido desde que me convertí en mamá. El blog, entonces, se me antojó como un buen pretexto para volver a escribir. Y para jugar a todo lo que me gusta: cocinar, tomar fotos, diseñar, crear cosas con tela, quiltear y dejar plasmado todo aquello que resuena en mi alma.

Con la llegada de Matías tuve un quiebre importante como creativa y, cual caldo en ebullición, me surgían a borbotones millones de preguntas en torno a lo que de verdad quería hacer dado el poco tiempo que me quedaba disponible con los menesteres de la crianza. Me sentía como en la orilla de un gran embudo con la urgencia de saltar hacia el estrecho conducto a través del cual sólo puedes pasar con una maleta y dejar todo lo demás atrás. Es cierto que las cosas que dejara no tenían que ser en forma definitiva, podría poner algunas pausas y en un futuro retomarlas. El problema era que tenía una gran resistencia a dejar cualquier cosa, quería llevarme todo a la fuerza por el tubito angosto del embudo y no tener que escoger. Y la resistencia, como siempre ocurre, terminó por tensar y romper la cuerda que me equilibraba.

“¿Por qué no te dedicas a escribir y listo?”, me dijo un buen día David, mi ángel otra vez. Como si un rayo hubiera venido de pronto a iluminarme el panorama que yo creía oscuro, me dije: Pero claro, si escribir me apasiona, me llena de energía, me conecta con quien de verdad soy. No sabía, y quizá nunca lo sepa, si escribir es lo que MÁS me gusta, pero creo que a la hora de seguir una pasión es más una cuestión de decisión y no tanto de descubrimiento. Hay mil cosas que pueden gustarnos e incluso apasionarnos, sólo hace falta decidirnos por una y comprometernos con ella para empezar a disfrutar, porque en la duda se nos pueden ir los años. Así que decidí escribir un post diario en mi blog y apenas empecé a hacerlo, los engranes atorados se desperezaron y la inspiración fluyó de nuevo.

Recordé que soy blogger porque escribir me recuerda quién soy y me regresa a mi centro. Me refresca la memoria para volver a sorprenderme con todo aquello que me inspira y que viene tanto de mi interior como del mundo que me rodea y al que me siento, cada vez que escribo, mucho más integrada. Me hace reflexionar en las cosas que me gustan y también en las que no, pero me ayuda a enfocarme mucho más en todo lo bello que solemos pasar por alto. Me invita a observar y a tener plena conciencia de lo que observo, porque no se puede escribir de lo que no se conoce y al mismo tiempo, escribir de ello te lleva a conocerlo mucho más.

Me siento agradecida por la conexión que he tenido con otra gente gracias al blog. Me gusta que me escriban para decirme que mis palabras fueron de inspiración para pensar o hacer algo que les dio felicidad, que al leerme sintieron que se escuchaban a ellos mismos o que algún post que leyeron les dio justo las respuestas que estaban buscando en algún ámbito de su vida. Me pone la piel chinita porque yo también lo he vivido con gente cuyas letras aprecio y porque me gusta imaginar que esa magia entre escritor y lector es una prueba más de que realmente todos somos uno, un solo ser con las mismas búsquedas y pasiones.

Escribo porque pienso mucho. Y aunque a veces me recrimino el dejarme llevar en el remolino de trescientos pensamientos por segundo porque creo que esto no me deja sentir o dejar florecer mi intuición tanto como yo quisiera, la pantalla en blanco es mi válvula de escape y mi laboratorio para darle forma a las ideas y no encontrarlas más tarde ulceradas en el fondo de un cajón. Escribir me libera de los demonios y me permite caminar más liviana.

Concentrarme en una sola maleta, la única que decidí traerme al final del famoso embudo, que es la de escribir un post diario en mi blog y mantener mi vida un poco más simple al menos durante algunos meses, me ha ayudado a permanecer más enfocada en las cosas que de verdad importan, al menos para mí. Y eso, aunque parezca que hacemos poco, es el mayor de los regalos para la mente creativa que a veces pide a gritos un poco de descanso entre tanta revolución para poner cada cosa en su sitio y volver a empezar con más fuerza.

Gracias a este espacio al que siempre puedo volver… y gracias a ti por estar del otro lado de la pantalla.