¿NOS LLEGÓ LA HORA DEL DESTETE?

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Cuando me enteré que estaba embarazada de Matías tomé la decisión de amamantarlo todo el tiempo que pudiera, aunque nunca me puse una meta específica en la cabeza. Lo único que sabía era que mi deseo era darle el pecho a demanda y que la vida me fuera dictando en el camino el momento adecuado para irlo retirando. Aún el día de hoy, con mi hijo de un año y ocho meses, no sé qué responder cuando me preguntan hasta qué día voy a darle, porque la verdad es que no es algo en lo que estoy pensando o que esté planeando con mucha conciencia. Le doy porque sé que es bueno para él y punto… hasta hace un par de días en que empecé yo misma a cuestionarlo.

Mi historia con la lactancia comenzó a mis treinta años cuando nació mi hija mayor, Emma, pues mi madre nos amamantó únicamente los primeros días de nacidos, así que no tenía una referencia más cercana en aquel momento en que me vi con una nena en brazos y un millón de dudas en la cabeza. ¿Horario o libre demanda? ¿Exclusiva o combinada? ¿Seis meses o hasta cuándo? Con la información que yo tenía en ese entonces decidí darle a mi hija el pecho con horario de forma exclusiva por seis meses y a partir de ahí empecé a combinarle con fórmula y papillas, hasta que a los diez meses de edad decidí destetarla porque la ingresé a una guardería para continuar con mi trabajo. Ahora pienso que podía haberle dejado una sola toma en la noche para continuar con los beneficios de la lactancia, pero como dije antes, la información que una tiene a la mano es la que nos lleva a tomar las decisiones con respecto a la crianza de los hijos, y eso es algo que cada día comprendo y acepto más.

Desde antes de la llegada de Matías me he rodeado de amistades lactivistas y empecé a leer todos los beneficios tanto físicos como emocionales de dar el pecho a libre demanda. La pediatra que recibió a mi hijo es también una promotora de la lactancia, así que todo se acomodó para que los ríos de leche corrieran de mis senos desde el primer contacto con mi bebé, a pesar de que nació por cesárea y en la semana 36. Yo era una mujer de 37 años con las convicciones muy bien puestas que pidió que en la cirugía no me sedaran, que en ningún momento se llevaran a mi hijo y que me lo colocaran al pecho apenas nacer. Así fue y la lactancia fue un éxito. Con Emma tuve que usar pezonera, la leche tardó en bajar varios días y la nena no aprendía a prenderse correctamente ni yo a mostrarle el camino de esa “danza” entre madre e hijo, como la llama mi amiga y partera Ana Gaby. Yo era otra mujer y ahora lo entiendo, pero ahora me sentía lista para vivir al máximo y disfrutar de esa capacidad que tenemos las mujeres de alimentar a nuestros cachorros y me embarqué en este viaje con muchísima pasión. Aunque sí con un dejo de nostalgia porque con Emma no lo viví así y en el torrente hormonal de mi condición de puérpera tuve que aprender a soltar mis exigencias con respecto a mi primera experiencia, a revalorar la hermosa historia con mi hija tal como sucedió porque así fue perfecta y justo como debía de ser.

Dormimos con Matías en nuestra cama durante varios meses para que nada entorpeciera el flujo de la leche y, como muchos padres, para dormir un poco mejor, pero apenas el bebé fue creciendo nos dimos cuenta de que su personalidad era muy diferente a la de nuestra hija que a los tres meses ya dormía de corrido, pues no se le veían ganas de dormir toda la noche muy pronto que digamos. Lo que al principio nos parecía algo bellísimo, de pronto empezó a sentirse como un inconveniente porque Matías estaba literalmente prendido al pecho toda la noche y yo no podía descansar como otras mamás que me contaban que sus hijos eran iguales que el mío. Para mí era muy incómodo dormir así y además la relación entre David y yo empezó a tensarse, así que entre ambos decidimos ponerle a Matías su camita en la recámara de Emma. De cualquier manera me despertaba seguido para darle el pecho en la noche, pero al menos él dormía un poco mejor y yo también.

Poco después de que cumplió el año y que decidí irle combinando mi leche con otra fuente de proteína y grasa como la leche de almendra o la de vaca, sin el ánimo de destetarlo sino simplemente para que tuviera otra opción para cuando lo dejara encargado con alguien más porque con el sacaleches nunca tuve ningún éxito, fue que lo diagnosticaron con un desfase en su desarrollo motor, así que decidí seguirle dando mi leche exclusivamente (además de que ya comía casi de todo) porque estaba convencida de que era lo mejor para su sistema nervioso. Y así continuamos hasta ahora, con el pecho a libre demanda y con nuestras altas y bajas en torno al sueño, el gran tema en la vida de mi nene, porque hay rachas en las que brinco de emoción de que durmió siete, ocho o nueve horas corridas y hay otras en las que despierta cada hora.

Tenemos una semana en la que esta es nuestra realidad: Le doy el pecho para dormirlo alrededor de las ocho y media de la noche, se duerme y despierta como a las diez y luego otra vez a las doce. Para esa hora David está aquí y él se acuesta un rato con él para tranquilizarlo y Matías vuelve a dormir. Ya en la madrugada es posible que despierte dos, tres o cuatro veces y teníamos varias semanas en las que su papá me apoyaba muchísimo acompañándolo para volverlo a dormir, pero de unos días para acá llora mucho porque lo que quiere es su “buba” (así le llama al pecho) y a veces me levanto para dársela pero eso significa que yo no duerma en absoluto, así que otras David es quien lo levanta para arrullarlo y tratar de dormirlo otra vez. Esta situación está obviamente siendo muy cansada para ambos porque o no duermo yo o no duerme él y eso afecta muchísimo nuestro rendimiento y sobre todo nuestro estado de ánimo al día siguiente.

Así que sí, tengo un par de días pensando si será momento de destetarlo. Hay personas que me lo han sugerido y a mí al principio me parecía de lo más ilógico porque, ¿quién me garantiza que si ya no le doy el pecho en la madrugada él vaya a dormir mejor? Pero después de un año y ocho meses de no descansar como Dios manda una se pone a pensar. Disfruto muchísimo amamantarlo de día pero de noche se está convirtiendo en algo desagradable para mí y eso es lo que no me gusta. Matías está tan acostumbrado a su buba que pensar en el destete la verdad sí me pone a temblar porque no quiero que ni él ni yo suframos. Además, está a punto de soltarse a caminar solo y temo que el destete vaya a influir con un retroceso en lo que ha conseguido hasta ahora. Con Emma fue algo muy natural, empecé espaciando sus tomas hasta que nos quedamos con una sola y después ninguna, sin llantos ni pastillas ni sufrimiento alguno. Con Matías creo que será muy diferente.

Mi hijo tiene una personalidad fuerte y demandante y eso es algo que acepto y amo, pero no deja de ser cansado. El sueño para mí es mi mejor medicina y aunque sé que algunos bebés tardan en dormir de corrido quiero empezar a pensar más en mí y mi familia y menos en lo que los libros de crianza dicen y recomiendan. Cada historia y cada madre es diferente y yo sé que he dado a mis hijos todo lo que ha estado a mi alcance, pero sí estoy agotada y veo a mi pareja agotado también. No sé si voy a destetarlo o no, pero sí es algo que estoy considerando como una solución porque no he encontrado otra que nos funcione.

Doy el pecho a Matías porque sé que es bueno para su salud, porque así mantengo una conexión bellísima con su alma, porque es algo que disfruto muchísimo y porque me gusta detenerme unos minutos para estar exclusivamente con él… pero sé que también hay muchas mamás que hacen todo esto por sus hijos y no dan el pecho. Como madres nos toca tomar decisiones respecto a la crianza tomando en cuenta las necesidades de los hijos sin olvidar las nuestras, y cada una de esas decisiones y necesidades es totalmente respetable. Ya sea con la lactancia, la escuela, la alimentación, la educación, las amistades o cualquier otra cuestión, encontrar ese delicado equilibrio es nuestro pan de cada día. Nadie puede decirnos qué es lo mejor para nosotras y para ellos más que nuestro propio instinto y creo que si en este momento de mi vida estoy cuestionándome si desteto a mi hijo es que habrá algún mensaje que mi espíritu quiere comunicarme, que quizá tenga que ver con la lactancia o quizá no. Y es mi deseo escuchar.

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