INSPIRACIÓN DOMINICAL: Uno de esos suertudos.

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Encontrar una pasión puede llevarnos años. Comúnmente hay que pasar antes por una, dos o tres carreras profesionales; uno, dos o tres empleos; uno, dos o tres tropiezos... hasta que llegamos al cálido seno de ese camino que nos abraza para hacernos sentir libres, en casa, seguros de que la vida es perfecta mientras tengamos la posibilidad de dedicarnos a eso que nos inspira todos los días. No estoy diciendo que esto sea una regla. De hecho estoy segura de que debe haber gente que encuentra su misión en esta vida en edad muy temprana. Es más, este fin de semana conocí a uno de estos afortunados: el fotógrafo de bodas William Sánchez.

El "Tío Bomba", como lo apodamos por sus raíces yucatecas, vino a pasar un par de días a la casa antes de irse a Las Vegas a una convención de fotografía, así que tuve la oportunidad de conocerlo como se puede llegar a conocer a alguien en unas cuantas horas. Lo bueno es que Willy es un vaso de cristal recién lavado: cristalino hasta los huesos. Ha de ser por su edad.

Ayer nos hizo el favor de tomarnos unas fotos familiares en un parque que nos encanta, lo cual le agradezco en el alma porque, como han de imaginar, en mis fotos familiares aparecemos siempre Emma y yo nada más porque da la casualidad que mi marido es el fotógrafo. Después de la sesión nos fuimos a comer-cenar y ahí le pedí que nos contara cómo se convirtió en fotógrafo de bodas. Apenas le hice la primera pregunta y el muchacho dejó su pizza enfriándose y a los hielos de su Sprite derritiéndose mientras dejaba ver en sus palabras el amor que le tiene a su trabajo. Esa emoción que casi casi puede tocarse con los dedos ha de ser por su edad, pensé.

El originario de Mérida no estudió una carrera... en lugar de eso le pidió a sus padres que le compraran una cámara profesional y les prometió que pondría un estudio en su casa para recuperar pronto la inversión. Ellos le cumplieron el deseo y un tiempo después su papá falleció, así que Willy decidió dedicarse al cien por ciento a la fotografía para apoyar económicamente a su familia. Un día se topó en internet con las imágenes de  una boda que lo atraparon y pensó que quería dedicarse a eso. Así, sin cuestionamientos o resistencias... a lo mejor por la edad que tenía. Ese instante lo llevó al siguiente en el que un amigo fotógrafo de bodas lo invitó a que lo acompañara a una en Veracruz, y luego al siguiente en el que otro amigo lo invitó a otra a Cancún, y luego al siguiente en el que otro amigo lo recomendó a unos novios para que hiciera su primera boda solo. Willy tenía no tenía en su blog más que las fotos de una quinceañera y una boda a la que fue como acompañante; pero, como suele pasar, a la gente de su edad estas cosas no las detienen. Ahí arrancó su carrera como fotógrafo de bodas, porque era algo que la vida le tenía preparado, como él mismo lo asegura.

Lo que más ama de su trabajo es viajar, conocer gente interesante y ser parte de una historia tan importante como lo es una boda. En los escasísimos tres años que lleva dedicándose a esta profesión, la calidad de sus imágenes lo han llevado a convertirse muy pronto en un fotógrafo respetado por sus clientes y sus colegas.

Por fin le damos chanza a que se coma su pizza y le de un trago a su Sprite. Y mientras lo hace yo me quedo pensando en que ésta podría ser una historia más, pero me doy cuenta que no lo es porque Willy tiene veinte años. Tiene apenas dos décadas en este mundo y una cámara, una capacidad de asombro y un carisma con los que seguramente recorrerá la mitad de él. Y con lo que yo me quedo es con lo que hace poco le confesó un tío que su papá había dicho sobre él antes de irse, cuando a Willy se le notaba que iba a la prepa muy a regañadientes: "Yo sé que a mi hijo no le gusta ir a la escuela. Y sé que no va a estudiar una carrera, porque estoy seguro de que se va a convertir en un buen fotógrafo".

Me quedo con esa frase y con la convicción de que la madera de la que estamos hechos no se descubre en un pupitre, sino en la vida... si es que le damos la oportunidad de alisarnos con la lija de sus experiencias. Gracias Tío Bomba por la inspiración.

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