DIARIO DE UNA CUARENTENA: VIAJE AL INTERIOR

Con la imposibilidad de ir fuera, he optado por ir hacia dentro. Me llama la atención que las primeras dos semanas de cuarentena me sentí sumamente tranquila, incluso podría decir que aliviada por estar en casa y tener la oportunidad de hacer esta tremenda pausa que a todos nos cae bien de vez en cuando. 

A partir del lunes esto cambió y noté que los niveles de ansiedad empezaban a subir de forma importante. Lo achaco a varios factores: pasamos de la fase uno a la fase dos del contagio en México, se me salió de las manos el consumo de información, mi hija mayor dio sus primeras señales de incomodidad por la escuela en línea y no poder ver a sus amigos, se vienen pagos fuertes y los ingresos han disminuido, no estoy haciendo suficiente ejercicio… vamos, hasta el jardín que ahora parece selva me sirvió de pretexto para inquietarme. 

Pero sin duda, el factor número uno fue el contacto directo con mi sombra. Me considero una persona valiente para indagar en mis heridas internas, pero esta situación sin precedentes no sólo a nivel nuclear sino global, ha removido en mí viejos temores que una siempre cree superados pero los espejos externos nos invitan a ver que aún hay en los resquicios algo que quedó pendiente sanar. El avance es que antes me reprochaba por ello, pero en estos días me he descubierto compasiva hacia mi proceso y eso es mucha ganancia para mí. 

El tener mi casa desordenada o sucia de vez en cuando porque de momento hay otras prioridades ha sido el espejo en donde observo mi miedo al caos y a no ser perfecta en todos los sentidos. Uno que otro mensaje por whatsapp que me irrita en un chat de amigas ha sido el espejo en donde veo mi temor de no pertenecer y no ser apreciada por lo que soy. Las opiniones encontradas en el tema de salir a correr a la calle o a cerros apartados me ha servido de reflejo para notar mi inseguridad a la hora de seguir mi intuición y tomar yo sola mis propias decisiones. El miedo que veo en mi esposo es el mío, el deseo que veo en mi hija adolescente de abrazar a una amiga es el mío, la necesidad que veo en mi hijo pequeño de conectar conmigo todo el santo día es la mía.

Lo macro siempre es lo micro. Lo global siempre es un reflejo de nuestro estado interno como humanidad. Viajar al interior es el mayor beneficio que recordaré siempre de estos días. Aún convivo con mis fantasmas porque sigo viva y quiero aprovechar este paréntesis universal para hacer las paces con todos ellos. He descubierto que observarlos con atención duele menos que ahuyentarlos o incluso disfrazarlos con las máscaras que quiere venderme el ego. Porque al final he comprendido que todo este tiempo mis fantasmas han sido sólo visitantes, nunca he sido ellos como había creído. 

2 de abril / 2020   

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