Cumpleaños con calabazas

Adoro las calabazas porque estoy enamorada del otoño y sus tonos acaramelados, clima templado y licencia para comer más pan dulce. El otoño es la temporada en que la Tierra nos recuerda su generosidad con la cosecha, el tiempo de dar gracias y la época en que se siente una vibra más cercana a la hermandad y la solidaridad, quizá porque sabemos que el año está casi por concluir y es momento de nuevas oportunidades.

Y entre las cosas que adoro de octubre es que festejamos a un hombre que amo: mi señor padre, a quien le debo la mitad de mi vida. Por eso nos fuimos el jueves, el día de su cumpleaños, a un sembradío de calabazas en Valley Center, CA. Para todos, mi papá, Martha, David, Emma y yo, era la primera vez que visitábamos un pumpkin patch, como los conocen en EU.

En cuanto llegamos nos contagiamos del gozo que Emma demostró desde que se bajó del carro en tres segundos, cuando siempre tarda tres horas para hacerlo. Salió corriendo y gritando emocionada rumbo al campo alfombrado de naranja, mi niña amante de la naturaleza, la hija de la Tierra como yo le digo, a quien le agradezco que haya venido a este plano a enseñarme ese amor. "Mírala, ahí va la silvestre", dijo entonces Martha, la esposa de mi papá, y yo no pude más que sonreír porque me enloquece su libertad para abrazar la tierra, andar con la melena suelta y atacarse de la risa sin ningún empacho.

Algo de don Ramón Fernando corre en la sangre de esta plebe campechana, algo que cada vez que lo veo me hincha el alma. La simpleza, espontaneidad, amor por el campo abierto, sensibilidad y capacidad de admiración de mi padre querido se colaron en el código genético de mi hija, su única nieta mujer. Y yo, mientras posábamos para millones de fotos entre las calabazas y los espantapájaros, recorríamos el plantío en tractor y nos carcajeábamos paseándonos unos a otros en una carretilla, agradecí a la vida la oportunidad de tener a este par viviendo estos momentos juntos, a Martha porque de ella fue la idea de visitar este fascinante lugar y al amor de mi vida por su maravillosa capacidad de inmortalizar el día con su cámara.

Gracias por el otoño y sus postales azafranadas, su invitación para honrar la Tierra, reflexionar en lo que de verdad ha de trascender y reunirse en familia. Me embolso cada año a octubre y noviembre porque nos abrazamos más, nos consentimos más y nos damos más permiso para el placer culinario, que es de mis favoritos. El ánimo es diferente, más pintado de nostalgia y al mismo tiempo de esperanza. Es el tiempo de estar más en casa y de tomar chocolate caliente. Y por eso adoro las calabazas, porque me lo recuerdan.

Y gracias a ti papá, por llegar a estos 66 años, que espero sean sólo la mitad de tu vida. Te amo con toda el alma.

FOTOS: David Josué / LOCACIÓN: Bates Nut Farm